No cabe duda de que todos los padres quieren lo mejor para sus hijos. Y se afanan a diario en tratar de conseguirlo. Sucede que a veces nos volcamos tanto en proveerles la mejor educación, la mejor comida, la mejor persona que se haga cargo del cuidado de niños … que hay aspectos que, siendo gratuitos y que no requieren apenas tiempo, se nos escapan. La comunicación y las muestras de afecto son imprescindibles en cualquier relación, más aún cuando hablamos de nuestros hijos.
Pero no basta con mantener conversaciones por Whatsapp durante el día para saber cómo están, el contacto directo y físico es necesario. Los abrazos son una de las mejores formas de hacerlo, además de un gesto que resulta muy simple y reporta grandes beneficios. Y no hablamos solo de los que reciben los más pequeños, sino también lo que aporta a quien los da.
Muestra de protección y apoyo
Un abrazo es una muestra de amor y de cercanía, pero también es un símbolo de apoyo y protección. Al recibir un abrazo el niño se siente querido y protegido, algo que es imprescindible durante los primeros años de su vida. Al abrazarlo le estamos acogiendo y respaldando. Por eso se le abraza cuando tiene una pesadilla, para que sepa que todo va a ir bien.
El gesto de abrazar sirve para calmar y tranquilizar a los pequeños en un momento determinado, como cuando tienen un mal sueño o se han caído en el parque. Una empleada del hogar que se encargue del cuidado de niños sabe que un abrazo es capaz de sanar muchas dolencias.
Pero eso no quiere decir que hayan de reservarse únicamente para cuando algo sucede, todo lo contrario. Lo ideal sería abrazar a tus hijos a diario. Así ellos no solo se sentirán protegidos, sino también queridos, más felices y con más autoestima. Esto es porque al abrazarse se activan las endorfinas y, como decíamos, esto es provechoso para los pequeños, pero también para sus padres.
Es, además, una forma de estrechar lazos y fortalecer las relaciones dentro de la familia. Es una forma de comunicarse, puesto que con un abrazo pueden llegar a decirse más cosas que con las palabras, y eso los niños lo detectan desde su más tierna infancia.
No se puede obligar a abrazar
Sin embargo, al igual que ocurre con los besos, no se ha de obligar a los niños a dar abrazos cuando no quieren. Son gestos muy íntimos para ellos y con los que, en ocasiones, no se sienten cómodos. Por eso no se les ha de forzar a besar y a abrazar, especialmente si es a personas que no conocen o no forman parte de su círculo más cercano. Ayúdale a ganar confianza y enséñale a que exprese su afecto en la forma en que se sienta más cómodo. Tampoco olvides que aprende lo que ve en casa así que si ahí no recibe abrazos tampoco puedes esperar que lo haga fuera del hogar.